Publicado: 03/12/2018 14:01h. Lecturas: 8270
En Quimilí, la familia Ventura prueba distintas variedades de cultivos de cobertura para combatir malezas y mejorar el ambiente productivo. También hacen ganadería de ciclo completo.
Se trata de tecnología de insumos, pero también de procesos, de manejos bien “aceitados”. La intensificación inteligente es el camino. Desafiando el ambiente y el sistema lo más posible hasta que la curva de ganancia productiva empieza a bajar la cuesta. Para Javier, “hoy, no se puede hacer una agricultura como la de hace unos años, hoy pasa por la intensificación de las rotaciones y la complejización a partir de una visión sistémica del negocio”. La apuesta es sencilla: un mejor uso y aprovechamiento de los recursos (ambiente y suelo) permiten mejorar los beneficios económicos.
En Quimilí, en el noreste santiagueño, trabajan una superficie total de 10.000 hectáreas, de las cuales 4.000 están dedicadas a la ganadería (ciclo completo) y 2.000 a la agricultura, principalmente soja y maíz que en parte –no mucho porque la base de la alimentación es extensiva- se usa para suplementar el ganado (otras 4.000 se mantienen como monte nativo).
El 80% de los 700 milímetros anuales que promedia la zona ocurren entre noviembre y abril. Por eso, hay que tratar de cuidar y administrar el agua de la mejor manera.
Una de las estrategias que han incorporado (cada vez con más fuerza) es la de los cultivos de cobertura (también llamados cultivos de servicio o, antiguamente, puentes verdes). Hace cinco años están haciendo trabajos junto a los técnicos del INTA Santiago del Estero con distintos cultivos de servicio. “Estamos teniendo resultados positivos y aprendizajes que son muy alentadores porque vemos que podemos mejorar el ambiente”, se entusiasmó Leandro.
“El principal objetivo que nos trazamos cuando empezamos a hacer cultivos de servicio fue no retacearle rendimiento a los cultivos de facturación principales, soja y maíz. Logramos eso y ya tenemos parte de la batalla ganada porque estos puentes verdes nos ayudan a combatir malezas, mejorar la dinámica del agua, la infiltración, estructura de suelo, etc”, apuntó Javier.
El primer año hicieron ensayos con muchas variedades de gramíneas como cebada, centeno, triticale, trigos cortos y largos, avenas, etc. Además de leguminosas: vicia y melilotus. Hoy, apuntan a tres estrategias. Una más austera, cuando hay menos agua, en la que se siembra un trigo corto apenas cosechada la soja que toma el primer metro de perfil y se seca a fines de agosto.
En el otro extremo, la estrategia más arriesgada, es sembrar vicia, que es necesario tenerla mucho más en el lote y consume el primer y segundo metro de agua (tienen chequeado hasta 2,40 metros). “Esta estrategia nos entrega un volumen de cobertura mucho mayor y un aporte importante como es el nitrógeno a partir de la fijación biológica”, indicó Javier.
Finalmente, una estrategia intermedia que es una mezcla triticale y vicia que genera alto consumo de agua a cambio de rastrojos con mayor relación carbono-nitrógeno que perduran más en el tiempo y generan mejor estructura de suelo.
Los últimos cinco años están logrando rendimientos por sobre los 30 quintales en soja y 70 en maíz. En Santiago del Estero, en los campos propios, apuntan a dejar sólo un 25% de la superficie sin cobertura (un barbecho abierto que les da “cintura” para tomar decisiones).
“Acá es fundamental no perder capacidad productiva porque lo vemos en muchos campos de la zona que después de los 15 años de producción empiezan con una curva descendente a producir cada vez menos o necesitan mucha más inversión para mantenerse a flote”, advirtió Javier. En este desafío van a ayudar mucho los cultivos de servicio, “una forma de producir más enfocados en el ambiente que permite reducir la insumo-dependencia”.
La ganadería también se maneja a partir de una visión sistémica, con pastoreos rotativos controlados para que se puedan recuperar los cuadros. “Mi padre –dijo Javier- propone una mirada distinta al ganadero tradicional que hace foco en la hacienda, el estado de la vaca primero, después la pastura y se olvidan del suelo; nosotros vamos a la inversa: empezamos cuidando el suelo para que de una buena pastura y así podremos producir más kilos de carne por hectárea”.
Plantean un ciclo completo con braford, desde la cría hasta que venden un novillo pesado de exportación (algunos para Cuota Hilton). La cría se hace en pasturas subtropicales. El destete se hace cuando los terneros tienen 170 kilos. Durante el invierno, se recría buscando que lleguen a 270 kilos con una ganancia de 600 gramos por día.
La nutrición es en base forrajera, apalancada en el gatton panic, una megatérmica que se complementa con suplementación en invierno. Durante primavera-verano se los lleva a los 370 kilos. Así llegan al corral donde se los lleva a los 480-520 kilos (buscando una ganancia de 1,1 kilo/día).
A lo largo del ciclo (que dura dos años) la media es una producción de 190 kilos de carne por hectárea (el promedio zonal es de 90). Tienen 2.500 madres en servicio que destetan 1.000 terneros. Hoy, hay 1.200 animales en recría que serán futuras madres y novillos y tienen 1.000 novillos en el feedlot.
La profesionalización de la gestión es otra de las cosas que han favorecido el ordenamiento de la información dentro de la empresa. Usan dos sistemas informáticos, que les permiten registrar malezas, plagas y enfermedades con fotos, notas de voz y textos geoposicionados.
Dentro de la mejora en la gestión los Ventura también están en el proceso de lograr el sello de Agricultura Sustentable Certificada (ASC) de Aapresid. “No lo pensamos para ganar con un sobreprecio en la venta de granos certificados, sino que es una herramienta más para asegurarnos nosotros y ante la sociedad que estamos haciendo bien las cosas”, indicó Javier.
“Te imaginás que con el apellido Romagnoli ligado a nuestro ADN somos muy productivistas, pero el negocio hoy no pasa sólo por obtener más kilos, que es la base, hay que ser eficientes en todo, porque las ventas te pueden dejar sobre o debajo de la línea de flotación”, argumentó Leandro. Y agregó: “Hemos ido definiendo tiempos y políticas de venta para ir cubriéndonos de acuerdo a cómo va cerrando el negocio, tratamos de llegar a la siembra con el 30% del maíz y la soja calzados y a cosecha con el 60% vendido”.
“Hoy nos enfocamos más en cómo darle a ese suelo mejores condiciones aumentando el carbono y mejorando la biología para ofrecer ambientes más productivos aprovechando la radiación solar para generar raíces, biomasa, materia orgánica y biodiversidad”, apuntó Leandro.
“La agricultura y la ganadería tendieron a simplificarse bastante y los tres creemos que se debe complejizar con una integración no sólo vertical de convertir granos y pasturas en carne, sino a nivel de suelo, pensando en pastorear cultivos de servicio rotando agricultura con ganadería, ese es el desafío“, cerró Javier.
La campaña santiagueña, pinta bien
La campaña 2018/19 pinta bien en Santiago del Estero, donde con las lluvias de fines de agosto y principios de octubre ya se acumularon 120 milímetros, que apuntalan los cultivos de invierno como trigo y garbanzo.
“La perspectiva de alcanzar los 3.000 kilos por hectárea en trigo cuando la media es de 1.500 nos entusiasma, lo mismo que con los 25 quintales por hectárea de garbanzo”, dijo Javier Ventura.
Además, pensando en la ganadería, esta recarga de perfiles tiene un impacto importante en la base forrajera porque “permite sacar toda la hacienda que hoy está en suplementación al pasto, lo que naturalmente impacta favorablemente en el bolsillo”.
El sudeste de Córdoba, en cambio, está más complicado. “Los trigos van a estar a un 70/80% de lo que esperábamos”, apuntó Ventura. Esperaban 5.000/6.000 kilos y van a cosechar apenas 3.500/4.000 kilos/ha. Habrá que ver qué pasa con soja y maíz.
Un apellido que es un sinónimo de eficiencia
Don Pío tiene en su ADN historia viva de la siembra directa. Además de Juan José Ventura (padre de Javier y Leandro) y su hermano Ermete, formaban parte de Monte Buey Agropecuaria los Romagnoli: Nelson y Gustavo, Vilma (hoy están sus hijas Fany y Nanci) y Jorge (socio fundador de Aapresid quien actualmente hizo su camino).
Empezaron en el norte de Córdoba hace casi 40 años pero después vendieron todo y se instalaron en Santiago del Estero para hacer una producción mixta.
Hace 10 años, Juan José, Leandro y Javier Ventura crearon Don Pío, una empresa que gerencia a Monte Buey agropecuaria, convertida hoy en una sociedad de “primos Ventura- Romagnoli”.
Forman parte de dos grupos CREA, Colonia Caroya y Quimilí, además de ser socios de Aapresid, y están en proceso de implementar Agricultura Sustentable Certificada.