Publicado: 06/09/2023 12:54h. Lecturas: 2252
Tiene 21 años y es apasionado por el campo y las ovejas, Francisco Milos viene de una familia fundadora de Puerto Deseado y ligada a lo rural por más de 100 años. Está estudiando abogacía en Buenos Aires y prometió que, cuando se reciba, volverá al pago.
Francisco Milos está estudiando en Buenos Aires, pero se vino a pasar sus vacaciones universitarias al pago, Puerto Deseado (lo puede hacer sólo un par de veces al año por la distancia y la logística). El terruño y el campo tiran. Su familia es de las históricas fundadoras de la ciudad. Él ha aprendido a amar el campo viendo la pasión y el sacrificio de sus antepasados. Hoy, con 21 años, está convencido de que se fue para volver y en esta nota comparte malas y buenas de lo que viene, pero, sobre todo, deja una luz de esperanza. Hay jóvenes que, a pesar de todo, quieren regresar a hacer algo en el campo en la provincia. No todo está perdido.
Francisco nació en 2001, un año difícil para el país. Pero la historia de su familia en la zona tiene más de 100 años. “Puerto Deseado se fundó en 1884 con 9 familias y el capitán Antonio Oneto, entre esas familias estaba la mía, la familia Viricat, Francisco Viricat que vendría a ser mi tátara tátara abuelo“, relató Francisco a Santa Cruz Produce. Y prosiguió: “Cuando llegaron, se repartieron las tierras fiscales a los primeros colonos y uno de esos pedazos de tierra es La Aurora, fundada en el 1900, el campo que mantenemos hoy en día está administrado por mi tío y en el que me crie”. Viricat es el que llegó a Deseado, pero fue su hija, Rosa Viricat casada con Wilson, la que fundó la estancia.
Después administró la estancia el hijo de Rosa, Rafael Wilson, que tuvo dos hijas: Irma y Matilde. Matilde es la abuela de Francisco Milos. Actualmente, el campo lo administra uno de los hijos de Matilde (hermano de la mamá de Francisco), Rubén Martínez.
Siempre trabajaron con ovinos. Desde 1960/70 sólo se dedicaron al merino. “La raza merino tiene muy buena parición y cantidad de corderos con una lana en cantidad y calidad, de finura, suave, a mí me encanta”, apuntó Milos. Además de La Aurora trabajan otras tres estancias: La 30, La Negrita y La Laguna Verde.
Infancia campera
“La ganadería y la oveja las llevamos en la sangre y ese afecto por la tierra, el arraigo, el trabajo y el sacrificio de todas las generaciones que nos precedieron y te conté recién, lo que ellos se partieron el lomo, es lo que nos obliga a cuidar ese legado”, contó Milos.
Francisco se crio en La Aurora. “Yendo con mi tío muchas veces, hablando mucho con mis abuelos, porque a mi mamá el campo nunca le interesó demasiado, ella es abogada, así fue como a los 9-10 años rodeé por primera vez a caballo, ¡y cuadros grandes!”, apuntó. A los 13 fue su primer rodeo en moto. Y así fue creciendo.
Terminó el secundario y, cuando fue momento de encarar la etapa universitaria, el destino estaba en Buenos Aires y con la abogacía, como su madre. Y Francisco tiene sus razones. “Hablé con varios de por acá que son técnicos en producción agraria, que están en el campo, entre ellos mi tío que es ingeniero agrónomo y llegué a la conclusión de que para lo que se hace acá en la Patagonia, no es necesario tanta academia, sino más práctica. Mi tío me decía que de lo que había aprendido apenas podía aplicar unas pocas cosas”, contó Milos.
Un poco eso y otro poco por su facilidad para la lectura, además, claro está de continuar los pasos de su madre en la abogacía inclinaron la balanza hacia el derecho. Pero ojo, no es que Milos esté pensando en quedarse en Buenos Aires a vivir. Todo lo contrario. “Cuando termine la carrera, la idea es estar unos años más para hacer algún posgrado de derecho y tengo ganas de estudiar martillero público para poder hacer remates en la rural de Deseado, pero eso serán dos o tres años más. Una vez recibido, me vuelvo, siempre tirando para el campo, que es lo que más me gusta”.
Cuando aparece la palabra “sequía” en la conversación se hace una pausa y una expresión rotunda: “Ni hablemos, para atrás“. “En el sur de la provincia, en Río Gallegos, están asustadísimos con la falta de agua para este año, pero no saben lo qué es la zona norte, donde estamos nosotros, un desastre, un desierto, creo que vamos 50 mm en lo que va del año, hace unos días nevó y ayudó, pero está todo muy seco, las vertientes bajas, la sequía es muy preocupante“, enfatizó el joven.
Pero, como se sabe, no es el único de los problemas que afrontan los productores ovinos. “No hay un incentivo en el precio de la lana y, si me preguntás, el principal problema de la ganadería ovina en Santa Cruz, sin dudas, es el dólar, porque si nosotros cobráramos el kilo de lana a USD 5, que es lo que realmente vale, podríamos afrontar los demás problemas. Pero si como pasa hoy, de esos cinco nos queda la mitad y encima pagamos los insumos y todo lo de infraestructura a un dólar blue, eso nos duele”, dijo.
El joven deseadense estima que hoy “para que un campo sea rentable tenés que tener más de 4.000 ovejas, cuando en otros momentos era rentable con 2.500″. Además, entre las otras preocupaciones, está la proliferación del guanaco, los perros silvestres (en campos cerca de centros urbanos, sobre todo) y los depredadores (puma, por ejemplo).
“Los ambientalistas dicen que no, que el zorro prefiere al guanaco, pero yo te puedo decir que cada vez que encerramos vemos un 5/6% menos de ovejas muertas por el puma, son 200/300 animales, no es poco”, lamentó Milos. Y enfatizó: “En vez de apuntar contra la oveja tendrían que defenderla, un animal que está hace más de 100 años, que llevó argentinos a cada rincón de la Patagonia y que generó soberanía y arraigo”.
“Nosotros porque tenemos amor por la oveja, por el trabajo de nuestros antepasados, y creo que apostando al campo vamos a lograr un país mejor. Además, el oro o el petróleo se pueden terminar, pero las ovejas no, la provincia se hizo con la oveja y creo que no va a morir gracias a la oveja”, dijo.
Entre las cosas que lo entusiasman, “que son pocas, te soy sincero”, está el cambio en la demanda internacional de lanas, “que está yendo hacia lo más natural, que es lo que nos distingue en Patagonia, en vez de lo sintético”.
Milos formó en 2021 junto con otros jóvenes, muchos de ellos hijos de productores de la zona, el Ateneo de la Rural de Puerto Deseado. A partir de eso, hubo una motivación para armar otros en las rurales de la provincia, pero “no pudimos, ocurre que quedaron pocas rurales activas en la provincia y, por ende, pocos jóvenes”. Así y todo, con su ida a Buenos Aires se vinculó con jóvenes ateneístas de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA, la entidad a la que pertenece la Rural de Deseado) y con ellos intercambia, cada vez que puede, algunos conceptos.
“Los de mi edad se han quedado, en su mayoría, en la provincia y hay de todo; algunos que quieren dejar, agobiados por distintos motivos de lo que está atravesando la oveja, y otros que se quieren meter o quedarse en el negocio. Yo creo que, si bien hay campos que se están vaciando y que hay muchos menos ovinos que hace unas décadas, la ganadería va a seguir, pero depende que haya gente para llevarla adelante, mi mensaje para los productores es que no pierdan la esperanza y para el Estado que nos apoye con infraestructura, conectividad, el dólar, el guanaco”, cerró Milos.